Short Films for you
Duncan Speakman
Del 10 de julio al 30 de septiembre de 2012
Short Films For You es una colección de microexperiencias. Cada una consiste en una particular mezcla de sonido, lugar y objeto. Algunas son para realizarlas a solas, otras a pie, otras en autobús, otras en la comodidad del hogar, otras en compañía de un amigo.
Duncan Speakman crea piezas de audio con su proyecto colectivo Circumstance, a menudo convertiendo al público en performer, a través de una serie de instrucciones. Si la mayoría de proyectos del artista han tendido a ser experiencias largas, llegando a rozar la idea de lo épico, Short Films For You es una oportunidad de generar experiencias más pequeñas, más detalladas, individuales, como una especie de cuaderno de dibujos. Una manera de explorar la relación entre el libro como objeto y como trampolín desde el que saltar.
Cada una de las piezas de la colección fueron creadas en TimeLab en Gante (Bélgica), en colaboración con artistas de diversas disciplinas. La idea central de cada una fue generada a través de un proceso intenso de una semana de duración. Tom Abba (Reino Unido) aporta una atmósfera de la literatura gótica de principios del Siglo XX. Els Viaene (Bélgica) usa la fotografía para crear un contrapunto visual fijo a un viaje en autobús en movimiento. Yoko Ishiguro (Japón) convierte el libro en un espacio performativo para una danza íntima.
Este proyecto está recorrido siempre por la noción de riesgo, de experimento, también para quien lo escuche, para quien lo lea, para ti. Short Films For You
Duncan Speakman, Circumstance, Tom Abba, Els Viaene y Yoko Ishiguro
Duncan Speakman explora maneras de utilizar el sonido para navegar por entornos sociales y físicos. Su trabajo reciente se ha centrado en experiencias sonoras con auriculares que propician performances participativas en espacios públicos. http://productofcircumstance.com / @ofcircumstance
Un momento, un lugar, una caja, un lector
Pieter Van Bogaert
(una tarde de bochorno en la ciudad)
Se llama Duncan Speakman. Lo conozco de la Subtle Mob durante Almost Cinema. Es su respuesta a las Flash Mobs. A esas últimas las conocemos por fotos y clips de vídeo en Facebook y Youtube: el espectáculo de internet. Las Subtle Mobs son menos visibles, más experiencia: un espectáculo ambiental. El eslogan es «Intenta permanecer invisible», y su propósito es acercar a la gente. Al contrario que las Flash Mobs, las Subtle Mobs no operan en un lugar específico, sino que operan en ambientes típicos: una parada, una calle comercial, una plaza...
Su nuevo proyecto, realizado durante su residencia en el TimeLab, junta a cinco artistas y a un espectador en otros tantos ambientes típicos. Aquí, ellos son los que aparecen y desaparecen en su entorno. Entre ellos hay un escritor (Tom Alba), un fotógrafo (Reinout Hiel), una artista sonora (Els Viaene), y una coreógrafa (Yoko Ishiguro). Y, por supuesto, estás tú, O, en este caso, yo. Hoy, soy yo a quién él quiere enseñar su trabajo.
Quedamos en un bar cerca de Central Station. La cita no se queda sin su ración de dramatismo. El bar ha cambiado de nombre. Yo llego quince minutos tarde. Él me llama a casa, pensando que es el número de mi móvil. Me topo con él en la acera delante del bar, y puedo ver el alivio detrás de sus gafas de sol. En su mano hay una bolsa, con una caja dentro. En la caja, está su obra, En la obra en la caja está escrito el título: short films for you. Acepto la caja, y me siento un poco excitado llevándola en el coche a casa conmigo. Camino a casa, llega una tormenta, y me quito las gafas de sol.
***
(en casa, al atardecer, la puerta al patio sigue abierta tras la tormenta)
Así que, una caja. Con cortometrajes. Para mí. La abro. Dentro no hay ni película, ni vídeo, sino un libro, unos auriculares, y una lente de aumento. El cable de los auriculares se pierde en el libro. Al lado, hay un botón de «Play» y un reproductor de Mp3. El libro, en sí, es una caja. Aparte del reproductor de Mp3, la caja también contiene documentos sueltos, un sobre con fotos, y, en medio del libro, hay un espacio para otro folleto. Estoy pensando en matrioskas: una caja dentro de una caja, un libro dentro de un libro. Esto me recuerda a ese volumen en la biblioteca de mi padre, que no dejaba de ser, en general, modesta: el volumen grande, el que había que quitar de la estantería con cuidado, y en el que alguien había recortado la forma de una botella de brandy.
El libro es un ambiente portátil. Más allá de ser un vehículo de pequeños espacios físicos, cada narración dentro de este libro es también una referencia a un ambiente, cada una parte de una instrucción. La primera instrucción reza: «Un lento paseo temprano por la mañana». Dejo el libro, cierro la caja y pongo la alarma a primera hora del día.
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(una calle abandonada, temprano por la mañana)
Nunca, repito, nunca viajo sin un libro. Por eso prefiero ir en tren en lugar de ir en coche. Leer en un coche me da mareos. Pero ¿un paseo mañanero con un libro? Esto es nuevo para mí. El objetivo de los paseos mañaneros es comprar el periódico, o ir a la panadería. No leer. Leer mientras se camina, eso es para curas. Ellos son los únicos que se pueden salir con la suya haciendo esto. Esto es porque ellos ya conocen el relato. Para ellos, leer es rezar: la repetición de un ritual. Por cierto, en mi lengua materna - el holandés - leer es sinónimo de rezar.
Pero, aquí estoy, esa mañana, todo perdido en la calle, con un libro, y empiezo a leer. Un par de instrucciones son suficientes para embarcarse en un nuevo ritual. Me pongo los auriculares, empiezo a caminar y le doy al play. Camino lentamente, y dejo que la ciudad se tome su tiempo en despertarse. Agarro el libro como si fuera un monedero, y me aseguro de que ni un sólo trozo de papel, ni una tarjeta, ni un sobre caiga fuera. La banda sonora en mi cabeza, y la imagen delante de mis ojos, se funden en una nueva realidad. Ya no me muevo en en el espacio, sino que me muevo con el espacio. El espacio está encima de mi cabeza. Y, al quitarme los auriculares diez minutos más tarde, paso de una realidad de vuelta a la otra.
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(un bar por la mañana, a través de la ventana abierta brilla el sol)
Despegue. El ritual ha sido iniciado. El libro no es sólo un ambiente: te tira hacia dentro. Es un medio: te lleva de un espacio a otro. Es un vehículo: sin moverse, te mueve de un lado a otro. Tiene una dimensión religiosa: con instrucciones para otra realidad. Hay alguien ahí fuera que ha concebido y ha creado todo esto: lo ha hecho especialmente para mí. La sensación de incomodidad da paso a una sensación de relajación. Camino alegremente, aunque sin moverme. Puedo ver, incluso sin mirar. Puedo oír, sin tener que ponerme a escuchar de verdad.
Pido un café y busco un hombre. Un hombre mayor, según el libro. Lo miro, y le doy al play. La voz habla en inglés, con acento neerlandés. Es la voz de un hombre joven. Desorientación. Sonido e imagen corren en paralelo. Uno completa al otro. Tienen sentido. Alguien ha orquestado esto, para mí.
El tiempo parece ir hacia atrás: el hombre mayor y la voz joven. Puedo oír otras voces, más jóvenes todavía, y voces más viejas. A veces, suenan al revés. Pienso en «El exorcista»: la voz del diablo, retorciendo el cuerpo de la chica. El relato da una vuelta completa: la víctima pasa a ser asesino. El interior pasa a ser exterior. El hombre se convierte en voz. El libro se convierte en relato. Los documentos del libro se van desplegando, como imágenes devocionales en una biblia: fantasmas del pasado. Me muevo entre los vivos y los muertos. Sobrevuelo entre la imagen y la realidad.
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(una parada de tranvía, por la tarde)
Cada libro es un viaje. Es una cápsula que ofrece una sensación de seguridad. A veces, da sentido, y otras veces señala el camino, y hay veces que abre la puerta hacia otra realidad. Y pasar adentro es siempre tan fácil (o tan difícil) como salir. Puedo estremecerme con las más horripilantes aventuras de Melville, Lovecraft o Poe, tanto como puedo añorarlas. Puedo permitirme ser protegido o sobrecogido por un libro. Leer pone las cosas en perspectiva: ningún libro es absoluto; ningún libro es sagrado.
Subo al tranvía y le doy al play. La ciudad se desliza a mi alrededor. Me muevo sin moverme. El sonido del tranvía se mezcla con el sonido del libro. Abro el sobre y saco las fotos. Las imágenes de la ciudad se entremezclan con las imágenes en mi cabeza. Se superponen. Todos esos lugares se funden en un no-lugar. La ciudad se detiene mientras yo me muevo. La ciudad se convierte en imagen, la imagen se convierte en ciudad. Incluso cuando el sonido parece operar fuera del tiempo durante un rato.
Como si fuera un barco, el tranvía se desliza por el espacio: el cosmos de la ciudad. Los espacios se desplazan unos a través de otros. Nada es absoluto. ¿Alguien se ha inventado esto? ¿O esto no existe para nadie más que yo?
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(mi calle, al anochecer)
Mientras se van encendiendo las luces en las casas, me preparo para un breve paseo. Estoy en la calle, miro a mi alrededor, me pongo los auriculares y le doy al play. Un autobús pasa a mi lado. La gente me mira. Confuso, los miro de vuelta. Otro mundo. Sigo adelante. La luz amarilla de las farolas se desparrama por la calle. Una película, una hoja de papel para la ciudad.
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(en la mesa, en casa, por la tarde)
Esta obra tiene mucho, si no todo, que ver con narrar historias y traducir. Una realidad se convierte en otra. Lo hace usando palabras para narrar, traduciendo en imágenes, convirtiendo en sonidos. Y, como con cualquier relato, cualquier traducción, algunas cosas son ampliadas, y otras aparecen en miniatura.